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         Aurelio Maroto

         Todo comenzó por una desgracia. Juan Ángel es albañil y sufrió un aparatoso accidente de trabajo. Se rompió ambos pies y tuvo que ser operado. Hace pocos días volvió a Madrid para una revisión médica y pensó en comprar lotería para toda su cuadrilla de amigos. Cómo no, se acercó a la célebre administración de Doña Manolita. No buscaba un número determinado, ni siquiera una terminación concreta. De hecho, le dieron un número de los denominados “feos”, el 33.003. Y se trajo 33 décimos.

         Cuando llegó, muchos le reprocharon por qué había comprado un décimo así, como si la fortuna supiera de números guapos o feos. Sin embargo, estaba escrito que el “3” iba a ser el guarismo de la suerte para ellos. Los niños de San Ildefonso cantaron el 33.003 como uno de los quintos premios. En seguida supieron que habían sido agraciados y comenzó a correr la voz como reguero de pólvora. A cada uno de los 33 poseedores de ese décimo “feo” le había tocado 6.000 euros. En total, 198.000. Pocas veces un feo se convierte en guapo de forma tan veloz.

         Los amigos, que están abonados a un número en su local habitual de encuentro, el conocido Bar Vinuesa, se reunieron allí para celebrarlo. Con un “kilo” caído del cielo no se pueden hacer diabluras hoy en día, pero tapa su hueco. La bebida y la comida corrieron libres, tanto como el dolor de cabeza del día siguiente.

Juan Ángel es el nuevo “Ángel” de la cuadrilla. Desde luego, no hay mal que por bien no venga.

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