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La ciudad

Dolores en la puerta de casa  Suceso rayo entrada

Ramona Romero en la puerta de su casa. A la derecha, transformador quemado   Fotos: GACETA

         Aurelio Maroto

         Ramona pone al mal tiempo buena cara. A sus 71 años, intenta asimilar lo sucedido, y no es fácil. Recibe a Radio Horizonte con una sonrisa, entre otras cosas por que es una mujer amable y abierta. Pero la procesión va por dentro. Eran poco más de las 6 de la tarde del viernes cuando charlaba animadamente con dos amigas y la hija de una de ellas. Fuera llovía. En ese instante, la tertulia se interrumpió con brusquedad. Una luz poderosa acompañada por un ruido sordo iluminó la habitación donde se encontraban, un pequeño comedor en planta baja con ventana a la calle. “¡No veo, qué es esto, dónde estáis!” –exclamó Ramona- que quedó ciega y no podía oír “me asusté mucho y no sabía qué estaba pasando”. Al poco recuperó la visión y todo volvió a la normalidad, o tal vez no. La casa había quedado literalmente arrasada por un rayo.

         La chispa se pudo sentir en toda la ciudad, sin excepción. Muchos notaron temblores, otros una intensa luz, y algunos los decibelios extraordinariamente altos de un trueno que no dejó indiferente a nadie. Pues bien, el epicentro se situó en la calle Águila, 40, donde Ramona Romero de Ávila Guerrero vive sola desde hace tiempo. Sus hijos están repartidos entre Madrid y Alicante y vienen cuando pueden. Mientras tanto se entretiene con la vecindad en una barriada donde todo el mundo se conoce. Por eso, siempre se siente acompañada, como sucedía el viernes por la tarde cuando cayó “la bomba”. Y es que lo primero que le vino a la cabeza fue precisamente eso “pensé que alguien había tirado una bomba”.

         Recuperada del susto, arropada por sus familiares y animada por un sin fin de amigos y vecinos, Ramona sigue enrojeciendo los ojos cada vez que ve cómo ha quedado su casa, su vieja y querida casa.

         El rayo ha hecho estragos. No hay habitación sin daños. La totalidad de la instalación eléctrica está destruida, las cajas de registro completamente quemadas y los electrodomésticos listos para el desguace, incluido un frigorífico nuevo que aún no había pagado. Pero hay mucho más. Hay cristales rotos, muebles deteriorados, tuberías cortadas y trozos de pared literalmente agujereados. El rastro que ha dejado la chispa ha sido espectacular. El seguro, que afortunadamente tiene contratado, ya se ha hecho cargo de los daños, difíciles de cuantificar todavía. Pero la realidad es que los albañiles, electricistas, fontaneros y demás técnicos tienen faena por delante.

         Pero Ramona no se irá “muchos vecinos me han ofrecido su casa, pero quiero seguir aquí. Es curioso, por que las tormentas le daban mucho miedo “me metía debajo de la almohada cada vez que tronaba”, y sin embargo, el mismo viernes, pocas horas después de que aquel rayo arrasara su casa, decidió dormir en su cama de siempre. Un rasgo de valentía que tal vez le ha permitido superar mejor un lance que, eso sí, difícilmente podrá olvidar, ni ella ni las amigas que ese día, quién sabe, volvieron a nacer.

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