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Una ambulancia SVB (Soporte Vital Básico)

          Aurelio Maroto

         En esta guerra inédita contra un enemigo invisible hay muchos paladines, todos con su cuota de heroísmo. Uno de los muchos ‘regimientos’ de ese ejército que combate en primera línea son los conductores de ambulancias, que conviven día a día, codo con codo, con el trajín de enfermos que van y vienen a los centros sanitarios.

En La Solana hay 30 profesionales que se ponen al volante del transporte sanitario y han lanzado un SOS. Les faltan mascarillas y piden ayuda a cualquiera que sea capaz de fabricarlas, tanto empresas como particulares. Siempre con las debidas medidas de seguridad e higiene, claro.

Diego Gómez-Pimpollo conoce bien el oficio. Como el resto de sus compañeros, está (estaba) acostumbrado a pequeños dramas diarios y a llorar en la intimidad la impotencia ante situaciones trágicas. Va en el sueldo. Ahora, también se enfrentan a un adversario nuevo. Un adversario sin rostro. En una entrevista concedida a Radio Horizonte, admite que han triplicado su trabajo, aunque la preocupación no es esa. “El problema es que podemos infectarnos e infectar a los pacientes”.

Utilizan el llamado EPI (Equipo de Protección Individual), que al cabo de unos primeros días algo caóticos por fin han aprendido a optimizar. Pero los equipos pronto escasearon. “Empezamos usando el ‘mono’ para un servicio y lo tirábamos, pero al tercer día vimos que faltaban y comenzamos a desinfectarlos para reutilizarlos”. La cosa empeoró más cuando ni siquiera podían desechar las mascarillas, sino usar la misma de continuo. Es la primera barrera de contención, que a menudo tienen que ofrecer a enfermos que no las tienen al llegar a sus domicilios. Un dilema con respuesta: “Quién tiene el valor de llegar a una casa y negarse a trasladar a un paciente porque no tiene mascarilla”. “No podemos dejar a nadie tirado por mucho que lo diga el sindicato”. Es cuestión de humanidad. A pesar de todo, enfatiza que la seguridad en los traslados es absoluta. “Nosotros desinfectamos todo en cada traslado con bomba de ozono, así que pueden confiar en nosotros”. Lo único que no pueden es multiplicarse, de ahí que la ambulancia pueda tardar más en llegar.

Habida cuenta de la situación, este martes por la noche decidió, de acuerdo con sus compañeros, grabar un vídeo en el móvil en el que pedía mascarillas. “Me emocionó la rápida respuesta de la gente de mi pueblo". Incluso una conocida ferretería de La Solana donó una caja de guantes.

Eso sí, insiste en que las mascarillas hay que fabricarlas con el máximo celo en cuanto a higiene. “Se deben hacer con máquinas de coser desinfectadas, lavarlas después con agua y jabón o lejía, y plancharlas a más de 60 grados de temperatura”. “Está claro que no podemos hacer mascarillas sin cabeza”.

Casi dos semanas después de decretarse el estado de alarma, Diego Gómez-Pimpollo conoce bien cómo está azotando el virus en los pueblos de la comarca. Dentro de la desdicha, afirma que La Solana no está teniendo muchos casos de Covid-19. “De La Solana al hospital de Manzanares estamos trasladando a muy poca gente”. “La mayoría de casos no son graves y pueden permanecer aislados en sus casas”. Sin embargo, la peor de las opciones sería relajarse. “Hay que ser consciente de una cosa, nos estamos jugando el pescuezo”. Ni más, ni menos.

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