Niños tomados por sus padres acudiendo a la ofrenda con el traje típico manchego                                             Foto: GACETA

            Aurelio Maroto

            Hay leyes que no es escriben, pero que se hacen tan importantes como éstas. Son las tradiciones populares, que muchas veces comienzan casi de broma y poco a poco se convierten en citas imprescindibles. Algo así sucede con la ofrenda floral a la Virgen de Peñarroya. Y no tanto por las flores en sí como por la costumbre creciente de llevar a los niños vestidos con traje manchego. He ahí la gran particularidad de esta actividad, que llega cada noche del viernes durante la Semana de Exaltación a la Patrona.

            Una vez más, cientos de niños y niñas, incluidos algunos bebés, acudieron al desfile delante de la carroza de la virgen para depositar sus ramos de flores en los dos paneles instalados. Mientras los directivos de la cofradía colocaban las ofrendas florales, muchos se hacían fotos a los pies de la Patrona. Y casi todos ataviados con chalecos, fajas, camisas blancas de tirilla, pantalones de pana, pañuelos de hierbas, mandiles, pelerinas, faldones típicos…