Julián Carpio realiza un corte de rodillas ante la primera vaquilla Foto: GACETA
Aurelio Maroto
Cuando en una plaza de toros con capacidad para 4.000 almas se reúnen un centenar, es fácil adivinar el aspecto desangelado que presenta. Sucedió este viernes en la exhibición de recortes y quiebros organizada por la empresa arrendataria del coso de la calle Alhambra. Un claro fracaso de público que no impidió disfrutar de un buen espectáculo, con recortadores de alto nivel, entre ellos estaba Irene Morales, una de las pocas mujeres recortadoras, y Julián Carpio, dos veces campeón de España, y que ya ganó dos concursos precisamente en esta plaza hace una década.
Ceñido y espectacular recorte de Irene Morales, una de las poquísimas mujeres recortadoras de España Foto: GACETA
En declaraciones a Radio Horizonte, el afamado recortador recordaba perfectamente sus actuaciones en La Solana, aunque lamentaba que esta vez hubiera venido tan poca gente. En cualquier caso, está feliz con su trabajo. Se dedica a esto y también es banderillero. Incluso tiene una pequeña ganadería. “Me siento afortunado de poder vivir del toro y hacer lo que más me gusta”. Admite que el recorte y el quiebro a cuerpo limpio es difícil y arriesgado, pero no más que el riesgo que corre un matador.
Veterano de la arena, no se queja de la cantidad de festejos de recortes que se organizan, aunque advierte que no es un mundo fácil. “Un chaval joven que empieza no lo va a tener fácil”. Aunque ya se va acercando a la cuarentena, se cuida al máximo. “Me encuentro muy bien, la preparación física es clave porque te da confianza delante de un toro”.
En cuanto al momento actual, no oculta que le molesta lo que está pasando. “Los autitaurinos nos están dando guerra y se meten en un mundo que no conocen. Tenemos veinte mil problemas en el mundo antes que este”. En este sentido, nos llegó a decir que “si yo fuera un animal no me gustaría ser un cerdo o gallina, sino un toro que vive cinco años a cuerpo de rey”.