Luis Almarcha admite que estos premios anima la venta                               Foto: GACETA

         Paulino Sánchez

Un total de 40.000 euros dejó en la noche de este martes el cupón de la ONCE en La Solana. El vendedor Luis Almarcha vendió veinte cupones del número 60.071, correspondiendo 2.000 euros a cada comprador. En declaraciones a Radio Horizonte, expresó su satisfacción por el premio, aunque a la vez lamentaba que por poco no hubiera sido mucho mayor. Había vendido las series 96 a la 115, habiendo correspondido un millón de euros a la serie 57.

Luis Almarcha confirmó que los veinte cupones los dejó en el establecimiento de Jamonería Malaguilla, donde no llegaron a venderse todos. Tras recogerlos por la noche, los vendió a otras personas.

Admite que cuando se entrega un premio siempre se incentiva la venta, sobre todo en estos tiempos de carencias económicas. Aunque no es un premio excesivamente elevado, sí servirá a las personas agraciadas para, como mínimo, pasar unas buenas Navidades.

Los últimos precedentes

A.M.

         No están lejanos en el tiempo los últimos precedentes de premios de la ONCE en La Solana. El 17 de octubre de 2006 cayeron 350.000 euros con el número 17.108, y el mismo mes de 2008 otros tantos euros con el número 23.027. Curiosamente, también un 10 de octubre de 2011 llovieron 350.000 euros más gracias al número 68.156. En todos estos casos fueron repartidos por el vendedor Tomás Díaz, popularmente conocido como “El gato negro”.

         Luis Almarcha tampoco tiene mal historial como vendedor de la suerte. Al margen de este último premio de 40.000 euros, el 23 de febrero de 2012 repartió 140.000 euros en cuatro premios de 35.000 euros cada uno con el número 4.644, sacado a través del Terminal Punto de Venta. Y en noviembre del año pasado repartió otros 150.000 euros con el número 18.537, a razón de 25.000 euros por cada comprador.

         No todos, pero sí la mayor parte de los premios de la ONCE se han repartido en los meses de octubre y noviembre, como en el caso del último. A partir de ahí, la superstición es libre.