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La ciudad

-CF-Azuqueca gol-

                       Los jugadores celebran el 2-0                                       Foto: GACETA

         Aurelio Maroto

      El ‘efecto Alfaro’ se prolonga. Y el efecto ‘anexo’ también. La Solana despachó al Azuqueca (2-0) y comienza su huída de los puestos de descenso, aunque todavía camina en el alambre. Además, la victoria llegó aderezada por un fútbol solvente, vistoso por momentos, y con una personalidad inédita hasta ahora. Los amarillos ganaron porque propusieron más, porfiaron más y tuvieron más acierto. Fueron mejores, en suma.

        Dani Jodar en el arranque de la segunda parte y Álex Martínez en el último suspiro redondearon una gran tarde, de nuevo en el ‘exilio’ del anexo, que está dando pingues beneficios en forma de puntos (7 sobre 9 posibles en tres partidos allí). Y eso que la visita del Azuqueca traía veneno, como había advertido Manolo Alfaro en la previa. Pero La Solana saltó al sintético con un aire renovado, como si el triunfo en Quintanar hubiera soltado amarras. Realmente era así, porque el equipo se comió a los alcarreños recetando una gran primera parte, sin duda la mejor de la temporada.

        La primera media hora el balón fue local, con Madalín repartiendo juego y Álex Jiménez dominando la zona ancha. Las rupturas constantes de Alí y Tete fueron un incordio para la lentitud de Pancorbo y compañía. El resultado fue un juego dinámico y varias ocasiones muy claras, sobre todo un balón al travesaño de Alí. Solo en el último tramo del primer tiempo se igualaron las cosas, tal vez porque los locales se dieron un respiro.

       En la reanudación comenzó algo mejor el Azuqueca, aunque sin grandes agobios. La diferencia con otras tardes es que La Solana no se dejaba avasallar ni perdía el colmillo arriba. Dicho y hecho. Una penetración made in Dani Jodar terminó con una asociación con Alí y gol para el zurdo catalán. El 1-0 desató la locura en la ‘pequeña Moheda’. Curiosamente, fue a partir de ahí cuando se vio la mejor versión local en materia de gestión del partido. Imponentes atrás, con Venturini y Juli Cacho en plan mariscal, el equipo exhibió seguridad y paciencia a partes iguales. Alfaro removió el banquillo, primero con Galego para dar oxígeno a la medular, y luego con Álex Martínez para refrescar el contragolpe. El andorrano provocó y convirtió el penalti que cerró el partido, eso sí, celebrado por un gesto extraño mandando callar a alguien. Qué chiquillos…

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         Momento en el que Álex Martínez convierte el penalti del 2-0           Foto: GACETA

Manolo Alfaro era la viva imagen de la felicidad al término del partido. El alcalaíno ha caído de pie en La Moheda y explicaba que su satisfacción iba más allá de los tres puntos: “Mi verdadera alegría de hoy es por su actitud. Ha habido una actitud de respeto hacia mí, hacia las ideas que les he propuesto para sacar el partido y hacia ellos mismos, juegue quien juegue. Eso hace que se entrene bien y se pueda jugar mejor”, declaró.

Admite que el equipo ha mejorado muy rápido, probablemente porque tiene jugadores para ello. Y lo más llamativo es la posesión. Alfaro prohíbe taxativamente los pelotazos a seguir, excepto cuando el guion lo exija. “Algunos equipos nos quitarán el balón, pero quiero que diferenciemos cuando tengamos el balón darle amplitud, disfrutar con ello y no regalarlo”. “Hemos partido por un aspecto defensivo y el ofensivo lo vamos cogiendo poco a poco”, apuntaba.

      Naturalmente, está muy satisfecho con los resultados. Alfaro lleva tres partidos y La Solana ha sumado 7 puntos sobre 9 posibles, con dos porterías a cero. “Hubiera firmado estos siete puntos de nueve posible y me quiero quitar la imagen del día del Tarancón, que teníamos el partido ganado en el minuto noventa”.

“Cuando yo lo diga”

Sin embargo, advierte: “No hemos hecho nada todavía”. Sabe que la situación sigue siendo comprometida, muy cerca todavía de los puestos de descenso y con un ojo puesto en el Manchego. Toca remar mucho aún, reconoce. Y claro, teníamos que preguntarle nuevamente por jugar en el anexo de césped artificial, con las limitaciones que tiene, no solo en metros sino en comodidad para la afición, que acepta el traslado a regañadientes, aunque con gran paciencia. El técnico fue rotundo: “En eso voy a ser muy tajante, volveremos allí (al natural) cuando lo diga yo”. “No vamos a volver por volver, así que lo haremos cuando esté bien”. “Hay que dejar que la hierba brote y cuando brote bien ya volveremos, porque necesitamos jugar en nuestro campo y con toda nuestra afición, pero sin precipitarnos”.

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