La terna sale a hombros al término de la novillada Foto: GACETA
Aurelio Maroto
La singular escalinata de la puerta grande de la plaza de toros de La Solana se abrió de nuevo para ver salir a hombros a la terna. Los tres jóvenes diestros que lidiaron la novillada picada de feria cortaron apéndices suficientes para disfrutar del gran momento, colofón a una tarde de triunfo, y también algo accidentada.
Un tercio de entrada en el regreso de los toros al coso de la calle Alhambra, dos años después del último paseíllo. Esta vez con las cámaras de CMM en directo y ganas de ver en acción a tres novilleros que pugnan por abrirse camino en un mundo lleno de aristas y donde las ocasiones las pintan calvas. Por eso, los tres se dejaron el alma en el intento, y con cierto éxito gracias, en parte, a las bondades del ganado de Nazario Ibáñez, de magnífica presencia y buen juego en líneas generales. Excelente el quinto y a los corrales el cuarto por una presunta lesión en su tren delantero.
Mario Sotos completa un estatuario Foto: GACETA
Mario Sotos abrió plaza como el más veterano. El conquense de Las Hinojosas exhibió oficio en sus dos astados, aunque le faltó trasmisión con los tendidos. Lanceó bien con el capote y se fajó con la muleta ante dos novillos que le ayudaron. Cortó una oreja a su primero y otra al cuarto de la tarde.
Carlos Aranda ejecuta un natural Foto: GACETA
Carlos Aranda se encontró con el mejor lote y supo sacarle provecho, sobre todo al quinto, un grandísimo novillo que no se cansaba de embestir. Cortó las dos orejas a su primer enemigo gracias a un buen trabajo con la tela y una gran estocada. Pero el descabello arruinó la gran faena del daimieleño en el citado quinto, ya que necesitó diez pinchazos con la cruceta hasta que logró cercenar la médula espinal del burel para que rodara. Se quedó sin trofeos, aunque fue ovacionado.
Víctor Hernández hace un desplante a su primer novillo Foto: GACETA
Víctor Hernández demostró calidad a raudales, a pesar de tocarle el peor lote. El tercero de la tarde fue un novillo parado y sin fijeza, difícil de domar y sin recorrido. El joven madrileño sustituyó el toreo ortodoxo por arrimones y pases improvisados para intentar llegar al público. Tal fue su tesón, y su acierto con la espada, que el presidente le premió con dos orejas. En el que cerraba plaza buscó mayor lucimiento, encontró algunas tandas buenas y cortó otro apéndice.
Entre tanto, la tarde dio para un par de lances desgraciados. Uno, el pañuelo verde del cuarto novillo, que el presidente ordenó devolver a corrales tras una lesión en los cuartos delanteros y ante la unánime petición del público. El otro momento de estupor llegó cuando caballo y picador fueron derribados por el sexto novillo, con la mala fortuna que el equino se partió la mano delantera derecha. Tuvieron que quitarle el peto sobre la marcha y convirtió en una odisea su retirada del ruedo.
Monosabios y subalternos intentan levantar al caballo, herido tras ser derribado Foto: GACETA
Mención aparte merecen la Peña Taurina La Solanera, que se dejó ver en buen número, y la Banda Municipal, que recetó un espléndido concierto de pasodobles cuando el novillero hacía méritos para iniciar los compases. Finalmente, los tres novilleros subieron la escalera rumbo a la puerta grande con amplias sonrisas en sus labios. La plaza de La Solana volvió a sentir el hálito de una tarde toros.